Amores fronterizos en tiempos de Grindr

© Mateusz Skóra


Encontrar el amor no es fácil. Pero gracias a las aplicaciones de encuentros en línea como Grindr, la búsqueda de un compañero puede volverse más rápida y salvaje que nunca. En Jelenia Góra, una pequeña localidad del oeste de Polonia, los usuarios han recibido de todo: invitaciones a cenas, planes sexuales, e incluso fotos subidas de tono. Aunque para muchos sigue siendo una forma superficial de dar rienda suelta a los deseos, para otros, Internet es la única manera de quedar en carne y hueso en ciudades fronterizas. 

80.000 personas podría gustarles ir a un concierto o ver un partido de fútbol. Pero tener una cita en una ciudad de unos 80.000 habitantes plantea un panorama completamente distinto. Jelenia Góra, un municipio polaco en la frontera con la República Checa, es un lugar envejecido. La mayor parte de su población tiene entre 55 y los 64 años. Encontrar una potencial pareja en una pequeña localidad cuya demografía ha superado ya el pico de sus años dorados no es tarea fácil. Como tampoco lo es pertenecer a una minoría sexual. Así las cosas, ¿qué haces cuando eres gay y estás buscando amor o sexo en un lugar limitado? Te descargas Grindr, la aplicación de citas más popular para gais, bisexuales, trans y personas queer. 

El mundo del cruising en línea

Grindr utiliza la geolocalización para mostrarles a sus usuarios qué personas tienen cerca según sus criterios, actuando como una plataforma para salvar la brecha entre el contacto digital y el carnal. Los usuarios de la aplicación en Jelenia Góra (y en todo el mundo) pueden dividirse en dos categorías: aquellos que buscan sexo casual y aquellos que anhelan una relación.

«Es muy fácil que un tío cualquiera te dé por detrás. Pero encontrar a un tío que quiera conocerte y construir una relación es casi imposible», afirma Adam, un estudiante local de 19 años. Nació y creció en Jelenia Góra, y Grindr es su único modo de conectar con otros hombres gais. No hay bares de ambiente en la zona, así como tampoco ondean banderas multicolores en las ventanas de los edificios históricos o en la plaza principal. Tampoco existe ninguna comunidad LGTB+ organizada. «No tenemos lugar a donde puedan ir los homosexuales a pasar el rato. Ni siquiera tenemos una zona de cruising [practicar sexo al aire libre] aquí», bromea.

Tan solo paseando por la ciudad cualquier día entre semana se puede sentir el ambiente de masculinidad reinante, que lo inunda todo. Los hombres heterosexuales parecen dominar el espacio público de esta pequeña ciudad fronteriza. En su centro histórico, las personas sin hogar beben sentadas en bancos, gritando de vez en cuando a los viandantes. Las terrazas de los bares están llenas de hombres en suéter deportivo, bebiendo cerveza y animando a la selección nacional. Los jóvenes, bebiendo aguardiente barato y fumando cigarrillos, ocupan los recovecos más escondidos de las murallas de la ciudad. Ver a dos hombres o a dos mujeres de la mano y paseando en este entorno es algo prácticamente inaudito.

Pero siempre hay excepciones que confirman la regla, pese al hecho de que Jelenia Góra no sea, como el resto de Polonia, muy hospitalaria con los homosexuales. Según un sondeo del instituto CBOS de febrero de 2017, el 24% de los polacos creen que el sexo entre personas del mismo sexo es moralmente inaceptable y un 55% considera que no es normal pero debe ser tolerado. En cualquier caso, informes internacionales como el de la clasificación realizada por ILGA (Asociación Internacional de lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales) considera Polonia como uno de los peores países europeos para amar a personas del mismo sexo, haciendo referencia a violaciones continuadas en los derechos humanos y al aumento de la discriminación hacia personas de esta comunidad. No en vano ni siquiera existe ninguna protección estatal para las personas LGTB+, salvo por algunas leyes antidiscriminación que fueron añadidas al Código del Trabajo en 2003. Desde entonces, la Constitución polaca garantiza que todas las personas deben ser iguales ante la ley, todas tienen los mismos derechos a la hora de ser tratadas por las autoridades y nadie debe ser discriminado en su vida política, económica o social por ninguna razón. Y esto incluiría, aunque de forma sutil, la orientación sexual.

© Mateusz Skóra

Cenas, orgías y otros menesteres

Grindr y otros sitios de citas similares son los únicos lugares en los que los hombres gais pueden sentirse seguros y pueden conectar con otras personas. Muy a menudo, la seguridad y el anonimato son componentes cruciales para la comunidad LGTB+ de Jelenia Góra. «A lo largo de los años, hemos conocido a mucha gente aquí, en Polonia o en República Checa, en Grindr, que han acabado siendo amigos nuestros. Estamos en contacto, nos visitamos o vamos de viaje juntos. Para ser sincero, prefiero ir a Praga a pasármelo bien que a cualquier otro lugar en Polonia. Los checos tienen la mente más abierta», señala Dominik, un polaco de 38 años. «En Polonia, en tanto que gais, nos falta apoyo y tolerancia». Dominik está en una relación desde hace doce años y ahora vive con su novio y sus hijos. Ambos tienen perfiles en Grindr, que utilizan para hacer nuevos amigos.

Buscar amigos en Grindr es algo bastante común entre las parejas homosexuales de Jelenia Góra. Para Dominik y su novio, Grindr actúa como un sustituto de la inexistente vida comunitaria LGTB+ de la zona, mientras que para otros también puede ser útil para encontrar una tercera persona con la que mantener relaciones casuales. «Conocemos a mucha gente que va a la República Checa a tener sexo. Existen muchos lugares conocidos en los que se llevan a cabo fiestas sexuales. En Jelenia Góra todos nos conocemos, así que si alguien quiere permanecer en el anonimato, solo tiene que cruzar la frontera. Grindr puede darte un sentido del anonimato, si [lo que quieres] es permanecer anónimo», indica Dominik. Grindr es algo así como la ruleta rusa, a los usuarios puede tocarles algo tan simple como la invitación para una cena o una invitación para participar en una orgía.

Pawel, un polaco de unos 30 años, usa la aplicación desde que tuvo acceso a ella y vive con su novio cerca de Jelenia Góra. La mayor parte de sus contactos los encuentra más allá de los límites de la ciudad. «Es muy fácil y seguro para nosotros encontrar a alguien interesado en tener sexo con nosotros en Grindr», dice Pawel, que está en la aplicación desde hace cinco años, aunque nunca ha revelado su verdadera identidad. “Junto con mi compañero, queremos explorar el sexo y sus variantes, así que buscamos a otros hombres que se unan a nosotros. Hemos dormido con tíos de República Checa, Alemania, Rusia y Polonia.

«Conocemos a un checo que, aunque está casado, viene a Polonia de vez en cuando para follar», explica Pawel. Tanto él como su novio dejan claro qué es lo que le ofrecen a los chicos en sus perfiles. «Grindr es limitado en cuanto a ubicación, pero también en cuanto a mentalidad».

Una de las ventajas de utilizar Grindr en las ciudades fronterizas como Jelenia Góra es que los usuarios pueden ver a gente que vive muy cerca de ellos, al otro lado de la frontera. Antes, cuando la frontera todavía estaba presente, era visible y no era fácil de cruzar, la gente no solía buscar el amor en el país vecino. Como mucho, iban allí a trabajar y encontrar el amor por puro azar.

«Hay muchos matrimonios mixtos heterosexuales entre checos y polacos en el área de las montañas de Krkonose, justo en la frontera. Mi padre es checo y fue bastante valiente al encontrar una esposa polaca. Estaba, si cabe, muy motivado, pues ya se sabe que las mujeres polacas son muy guapas. Le llevó varias citas romper la barrera del lenguaje y entonces, nací yo», cuenta Martin, un checo de 35 años que vive en Vrchlabí, un pueblo a solo 30 kilómetros de Jelenia Góra. Ha usado la aplicación durante los últimos tres meses.

«No sé si se puede encontrar el amor aquí. Porque no estoy seguro de que los contactos que haces en Grindr conduzcan a más de dos citas. Las aplicaciones de encuentros te ofrecen una bandeja entera de caras e información, y creo que cuanto más ves, más quieres. Lo que significa que los hombres se ven tentados a no conformarse solo con uno, sino a explorar tanto como puedan», admite Martin. Según él, la mayoría de los mensajes que recibe tienen connotaciones sexuales y eso es algo que precisamente, de momento, no busca. Al ser preguntado acerca de su experiencia con chicos polacos, menciona su gusto por los chicos que actúen «de forma heterosexual». «Si no buscan sexo discreto y rápido, suelen decir que buscan conocer a alguien en profundidad. Pero yo todavía no he conocido a nadie».

Maciek, un artista que reside en Jelenia Góra y que trabaja en un proyecto sobre la historia de la ciudad, se expresa en la misma línea que Martin sobre las posibilidades de encontrar el amor. Para él, Grindr es «la última opción a la hora de conocer a alguien». Su experiencia con la aplicación está sesgada por haberla usado en ciudades más grandes como Breslavia o Varsovia, donde hay un mayor anonimato entre usuarios. «En cuanto llegué a Jelenia Góra, me convertí en una cara fresca y todo el mundo quería hablarme. El entusiasmo se esfumó al cabo de un tiempo, y de ahí, se transformó en odio. La gente empezó a atacarme por mi aspecto, diciendo que era demasiado peludo o cualquier otra cosa”, explica Maciek. «Creo que Grindr es limitado en cuanto a ubicación, pero también en cuanto a mentalidad».

Para Maciek, existe un sentido de la seguridad que puede preservarse en línea. «Hablo con tíos por internet. Nos intercambiamos fotos y chateamos. Pero cuando voy paseando y me encuentro con uno de ellos en persona, simplemente me ignoran. Miran hacia otro lado y fingen que no me conocen. Es algo que no ocurre en ciudades más grandes».

La mentalidad de pueblo pequeño y el miedo al ostracismo podrían suponer limitaciones para algunos hombres, especialmente para aquellos a los que les cuesta salir del espacio ‘online’ y pasar al ‘offline’. Pero para otros, las interacciones en la vida real son más valiosas, y es en ese punto en el que Jelenia Góra puede resultar limitada. La ciudad adolece de una falta de espacios en los que la comunidad LGTB+ pueda ser ella misma y expresar sus sentimientos abiertamente.

En busca de entornos seguros


Rita Schaeper quiere cambiar el entorno «tóxico» y crear un espacio seguro para la gente LGTB+ en la ciudad fronteriza. Rita es una artista alemana, música y psicoterapeuta que ha vivido en Polonia desde 1997. El año pasado, fundó Grupa Rozwojova LGBTQ en Jelenia Góra, un grupo de apoyo que ofrece un entorno seguro a los miembros de la comunidad.

«Soy lesbiana, y mi objetivo era abrir un lugar para la gente que se describe como no heterosexual. Quería un lugar para conocer, crecer y hablar sobre problemas relacionados con ser gay. Quería crear un espacio en el que pudieran conocerse personas en situaciones similares y hablar sobre problemas como el amor o salir del armario dentro de la familia», explica Rita, mientras bebe un té.

«Si alguien me pregunta, se lo diré. ¿Por qué no? Si tienen algo en contra es su problema, no el mío”.


El grupo de apoyo se reúne cada miércoles en su apartamento, en el centro del pueblo. «La gente joven que viene representa un cierto progreso en la mentalidad polaca, algo que ha pasado en los últimos 20 años que llevo viviendo yo aquí, y eso me hace muy feliz. Cuando vine, era muy difícil encontrar a alguien que tú supieras que no era heterosexual. En la actualidad, cuando le preguntas a los chicos y las chicas, te dicen: ‘si alguien me pregunta, se lo diré. ¿Por qué no? Si tienen algo en contra, es su problema, no el mío’. Se sienten mucho más seguros acerca de su identidad», afirma Rita.

Mientras que Rita ha detectado una mayor indiferencia entre los jóvenes LGTB+ de la zona respecto a lo que piensen los demás, los hombres de pueblos pequeños prefieren no poner sus caras en los perfiles de Grindr, mostrando partes de su cuerpo o torsos sin cabeza en su lugar. Al abrir la aplicación en Jelenia Góra, hay unos dos perfiles con una imagen de cara clara por cada 35 usuarios. El resto son irreconocibles.

Uno de los pesos pesados de la generación más joven y hombre gay orgulloso es Bartek, un camarero de 25 años que hace poco se ha mudado a la ciudad. Bartek se niega a esconder su identidad. Salió del armario con su familia y con sus colegas de trabajo. Dice que su sentido del humor y su personalidad amable le ayudaron a evitar problemas que le hubiera podido causar ser abiertamente gay. Bartek utiliza Grindr cada día para conectar con gente. «Recibo mensajes de checos, alemanes y polacos. Pero normalmente hablo con chicos polacos. Los veo en Grindr, luego los veo en Instagram y también los veo en la vida real, así que más o menos puedo hacerme una idea de con qué lidian y a qué están dispuestos», explica Bartek, bromeando con que él hubiera podido ser un detective, habida cuenta del enorme trabajo de investigación que conlleva quedar con gente. Se muestra muy entusiasta respecto a las posibilidades de encontrar el amor en internet y las oportunidades que puede brindarle Grindr. «Me gusta ver a gente que es gay y que vive cerca. Si encuentro el amor en algún lado y tengo coche, no me importaría conducir 40 o 50 kilómetros. Ya hice eso una vez», reconoce.

La idea de poder tener una posibilidad, por pequeña que esta sea, de conectar con un extraño es algo que Bartek comparte con Marcin, de Świeradów-Zdrój. El pueblo natal de Marcin es pequeño, como Jelenia Góra, y está situado a solo tres kilómetros de la frontera con República Checa. Este vendedor de vino de 25 años ha venido para visitar a su familia y los encuentros en línea son parte de su vida amorosa. «Conocí a mis dos exnovios en Grindr. Uno vive a solo unos kilómetros de aquí. Si no utilizara la aplicación, probablemente no hubiera sabido de él [en absoluto]», asegura.

Marcin es uno de los más de tres millones de hombres que utilizan la aplicación a diario en todo el mundo. Al hacerse visible en línea, aumenta sus posibilidades de destacar entre esa ‘multitud’ de 80.000 personas. Ya sea diversión o amor, Jelenia Góra tiene mucho más que ofrecer de lo que parece a simple vista. Lo único que hay que hacer es rascar un poco en la superficie, y tener una mente abierta cuando se trata de usar aplicaciones de encuentros como Grindr.

Dada la actual situación de Polonia, los espacios en línea siguen ofreciendo más posibilidades a la comunidad LGBT+ de conectar y conocer gente que cualquier otro lugar físico. Y la pequeña localidad fronteriza no es una excepción: los únicos espacios seguros para hombres homosexuales residentes en la ciudad se encuentran tras las puertas de sus casas, bien cerradas.

 

 

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