Las dos caras de Polonia, en cifras

Una revisión de los datos y acontecimientos recientes para comprender mejor la situación actual de un país políticamente anclado en el pasado pero con un prometedor futuro económico.

La Polonia moderna tiene dos caras. Una está llena de noticias con historias que parecen pertenecer al pasado. Hay titulares sobre mujeres reclamando su derecho a abortar, enarbolando sujetadores durante las Protestas Negras; los hay sobre controvertidas reformas judiciales y sobre medios de comunicación que desafían los valores de la Unión Europea (UE); sobre una deforestación ilegal sancionada por la UE y sobre políticas restrictivas para la inmigración. Con esta imagen en mente, Polonia parece ser únicamente un país profundamente antidemocrático dirigido por un gobierno conservador y antieuropeo, con el partido Ley y Justicia, (PiS) a los mandos. Pero, ¿qué hay de la otra cara?

La montaña rusa política que ha dividido el país desde 2015, cuando el partido PiS fue elegido, no puede ocultar el hecho de que Polonia también es un milagro económico. Sin embargo, el cómo conjugar esta dramática espiral política de derechas con la Polonia que crece económicamente sigue siendo todo un misterio. El país está a medio camino entre un dilema tipo Dr. Jekyll y Mr. Hyde. El editor jefe de Político Europe, Matthew Kaminski, nacido en Polonia, afirma, mientras recuerda sus contradicciones actuales, que el país “permanece en un diván de psiquiatra”. Así pues, observemos algunos números para arrojar algo de luz sobre este desorden y rompamos con la dinámica de un país que sigue siendo bastante invisible entre sus vecinos europeos.

Efecto bumerán

Es un hecho. Este país de Europa Central es una de las economías de la Unión que más rápido están creciendo. El mito del fontanero polaco ya no parece más que una anécdota del pasado. Pero, ¿cómo puede ser que Polonia siga viéndose como un país pobre a ojos de sus vecinos? Vale, cuando cruzas alguno de los puentes en los pueblos fronterizos de Polonia y Alemania, en Slubice, Gubin o Zgorzelec, todavía encuentras cigarrillos, gasolina y supermercados más baratos en el otro lado. Pero, en la actualidad, el famoso centro cultural polaco de Berlín, The Club of Polish Losers, debería reconsiderar su nombre.

Porque, junto con la República Checa y otras economías del este europeo, Polonia ha protagonizado un rendimiento económico bastante inusual en Europa en las últimas décadas. Los expertos lo llaman milagro económico. Desde las transformaciones políticas que siguieron a 1989, tras la caída del Telón de Acero, Polonia se ha comportado como un estudiante ejemplar del liberalismo económico. Tras un largo periodo de economía planificada estatalmente, las industrias fueron privatizadas. Una mezcla de competencia basada en el mercado y unas dolorosas reformas hicieron el resto. Como resultado, la economía polaca ha crecido regularmente, de media, con un ratio anual de alrededor del 4% en los últimos 25 años, llegando a duplicar su PIB hoy en día, según el Banco Mundial. La economía, de medio trillón de dólares hace de Polonia la octava potencia más fuerte de Europa después de Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, España, Holanda y Suecia, y la 24ª del mercado mundial según el FMI. Polonia crece rápidamente y lo hace cerca del doble que sus vecinos de la Eurozona. Un rendimiento bastante impresionante.



Y lo que es más, mientras que la crisis de las hipotecas subprime golpeó duramente a la mayoría de las economías europeas en 2008, Polonia quedó fuera de los radares. ¿El secreto polaco? Un crecimiento lento y constante, un sector manufacturero que todavía es capaz de ser competitivo con otros mercados emergentes y la calidad del sistema educativo del país. Pero debe haber otra cara en esa medalla del crecimiento si la gente no siente el efecto de esta bonanza en sus  bolsillos. Una periodista checa que trabajó como reportera encubierta durante varios meses en los empleos peor pagados de su país, lo dice de manera bastante simple en el siguiente titular: Si la economía checa prospera, ¿por qué somos tan pobres? Las pujantes economías del este de Europa tienen precisamente eso en común. Un sentimiento de que las historias de éxito económico de su país no han tenido ningún efecto en la vida real de la gente.

«Las pujantes economías del este de Europa tienen un sentimiento de que las historias de éxito económico de su país no han tenido ningún efecto en la vida real de la gente».


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Para poder competir con, digamos, la industria china, Polonia sigue usando su barata moneda zloty pero, sobre todo, fijando salarios bajos. Así, los trabajadores de la planta de Volkswagen Crafter de Wrzezsnia, en el oeste de Polonia, abierta en 2016, o la nueva fábrica de Mercedes Benz de Jawor (al oeste de Breslavia), donde se ensamblan partes de los coches alemanes, todavía ganan un sueldo de unos 750 euros netos mensuales, tres veces menos que sus homólogos alemanes (2.358 euros netos mensuales). Y, aunque el sueldo de los polacos creciera alrededor de un tercio en los últimos años, su país sigue estando hacia el final de las listas de sueldos europeos, justo por encima de los países bálticos (Letonia, con 566 euros netos/mes; Lituania, con 554 euros netos/mes), Hungría (558 euros netos/mes) y los últimos en incorporarse a la Unión Europea (Bulgaria, 361 euros netos/mes, Rumanía, 427 euros netos/mes y Croacia, 733 euros netos/mes). El ciudadano medio de la UE gana alrededor de 2.000 euros netos/mes. Los bolsillos de Luxemburgo, Holanda, Dinamarca, Alemania, Austria, los países escandinavos, Francia e Irlanda están bastante más llenos. Sin embargo, el poder adquisitivo de Polonia, medido según la PPA (la suma final de cantidades de bienes y servicios producidos en un país), a pesar de haber subido y estar ahora en 70 puntos, se aleja de la media de la UE, que está en 100

Mejor largarse

Vamos a decirlo rápido: la economía polaca se dispara, la tasa de desempleo del país es una de las más bajas de Europa, con alrededor del 3,4%, junto con la de República Checa (2,5%) y la de Alemania (alrededor del 3,5%), mientras que países del sur de Europa, como Grecia, Italia y España, aunque también Francia, no se han recuperado de la crisis financiera de finales de los años 2000. Además, los jóvenes polacos entre 15 y 24 años no parecen tener las mismas posibilidades que sus vecinos, no tienen dificultades importantes para meter un pie dentro del mercado laboral. Durante los últimos diez años, el desempleo juvenil en Polonia bajó de un 21% (2007) a un 5,5% (2017). Razón de más para que el actual Primer Ministro polaco, Mateusz Morawiecki, inste a que todos aquellos milenials que abandonaron masivamente Polonia cuanto ésta entró en la UE en 2004, vuelvan a casa. 

Con la adhesión a la UE, principalmente, los polacos jóvenes y formados dejaron Polonia. La mayor parte de ellos se mudaron a Alemania, a Reino Unido, a Irlanda o a Francia en busca de mejores condiciones de vida y sueldos decentes. Hay cerca de 100.000 euro-sierota, llamados euro-huérfanos, pero también un número creciente de euro-seniors, cuyos hijos dejaron el país para trabajar fuera. Según el centro de investigaciones PEW, en 2015 el 8% de las personas nacidas en Polonia vivía en otros países de la UE, lo que hace de Polonia el país con mayor número de migrantes en otros países miembros del bloque, una tendencia que no parece reducirse. Hace poco, el actual primer ministro polaco mostró esperanzas al decir que tal vez el Brexit funcione como catalizador para que los polacos vuelvan y se encuentren con “maravillosas oportunidades esperándoles en casa”. En la actualidad, la fuga de cerebros parece haberse frenado un poco pero hasta la fecha (contando con los años de recesión) no ha habido ningún retorno masivo tal y como como se esperaba. O, al menos, no existen cifras que lo prueben.

Trabajos de mierda

Al mismo tiempo, las cosas se han ido moviendo en ciudades como Varsovia, Cracovia o Gdansk y otras urbes del país, donde han ido surgiendo a gran velocidad nuevos edificios, autopistas,  líneas de tren, y nuevos empleados de empresas tecnológicas. En la actualidad, las principales aglomeraciones de Polonia se han convertido en focos importantes para los negocios o las farmacéuticas, con la llegada a la zona de destacadas inversiones extranjeras y compañías globales como UBS, HSBC o Cisco. Así, la capital polaca es hoy la ciudad europea que crece más rápidamente. Hay tres veces más estudiantes internacionales llegados a Polonia que hace diez años, según GUS, el instituto polaco de estadísticas, y tres veces más extranjeros viviendo y trabajando en Polonia en 2017 que en 2010. Por supuesto, no se trata de que los extranjeros estén llamando a la puerta y entrando directamente. Quienes vienen desde fuera para trabajar en una de las locomotoras de Europa que más ha crecido en los últimos años sólo representan un 1% de los 38 millones de polacos que viven en el país. 

Pero esta locomotora también es lo que Ildi llama “el laboratorio barato” de Europa. Esta joven húngara y su su novio italiano se conocieron en Polonia, donde ambos trabajan para una gran compañía de telecomunicaciones, pero “en trabajos que te hacen sentir verdaderamente idiota”, según ella. Pia, una joven emigrante polaca, regresó a Gdansk el año pasado, donde encontró un prometedor puesto en una agencia de prensa internacional que se estableció cerca de la ciudad costera, en el norte del país. Sus tareas diarias incluían “enviar notificaciones emergentes automáticamente”. “Honestamente, una máquina podría hacer mi trabajo”, confiesa. Lo que Ildi y Pia sienten recuerda al economista estadounidense David Graeer y a lo que él llama “trabajos sí, pero de mierda” en su famoso ensayo de 2013, calificándolos de trabajos inútiles socialmente que hacen que la gente -la mayoría oficinistas- se sienta muy infeliz. Un estudio realizado con más de 100.000 trabajadores de 47 países reveló que cerca del 15% de los empleados polacos consideran que su trabajo es inútil.

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Irse para poder crecer

Hoy en día, la dinámica economía de Polonia está acompañada de las constantes ayudas europeas que van entrando, y que financian cerca del 60% de la inversión pública de Polonia, por lo que el país no está preparado para parar. El pronóstico para los próximos años parece resplandeciente. La única amenaza para el éxito de Polonia radica en la inestable situación política provocada por el giro autocrático reciente. Por primera vez en la historia, la UE amenaza con recurrir al artículo 7 de su tratado, con el que que podría retirar a Polonia su derecho a voto dentro de la Unión a causa de las controvertidas reformas judiciales que Varsovia está a punto de poner en marcha. Europa también ha amenazado con recortar las ayudas si se violan los estándares democráticos del continente. Pero, por ahora, Varsovia da la espalda a la UE, una acción apoyada por el 45% de los ciudadanos polacos que creen que lo de la UE es un farol y que ven en su actitud un intento de imponer ‘una presión injustificada a las autoridades polacas’. Sin embargo, por otro lado, el sondeo más reciente de CBOS muestra que el 92% de los polacos quieren seguir siendo miembros de la UE. Increíble pero cierto. 

El apoyo general al proyecto europeo muestra algo que estaba bastante ausente en muchos otros países de la UE en los últimos años, dramatizado con la recesión: la creencia de que nuestros hijos estarán mejor. La pesadumbre milenial de que una generación está condenada a vivir peor que sus padres no funciona en Polonia. Los que nacieron después de 1980 están, en general, más satisfechos en Polonia (51%) que alguien de la generación del baby boom (31%). Una mayoría de los polacos cree que su situación ha mejorado en general en los últimos años. Sin embargo, queda la pregunta de cuánto podrá durar esto si continúan las políticas de tinte nacionalista a largo plazo.

happy millenials

Así, los polacos se encuentran en una encrucijada: habrá cuatro elecciones en los próximos dos años, convirtiendo a Polonia en el gran reto electoral en suelo europeo. Dentro de unas pocas semanas, tendrán lugar elecciones locales en un país en el que casi la mitad de las regiones están ya en manos de la oposición. A estas le seguirán las elecciones europeas y las generales en 2019, y un año después, las presidenciales.

Polonia no está sola. Otros países europeos también han vivido recientemente un auge de los votos populistas, con partidos nacionalistas entrando en el gobierno de varios países de la UE. Existe un número tangible de señales de el apoyo que la población dé a políticas o formaciones de tinte nacionalista no depende al éxito o fracaso económico de un país. La tendencia es más general que eso. En ese sentido, Polonia es un laboratorio interesante, barato o no, de lo que está por venir en el Viejo Continente. Ahora, los milenials polacos solo tienen que ir y depositar sus votos.

 

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