Los milagros del fútbol femenino polaco

Patrycja, una de las jugadoras, espera a que el juego comience. @Katarzyna Mazur

A pesar de jugar desde 2015 en la primera división de la liga polaca, las futbolistas del club femenino Olimpia de Szczecin, a menudo sienten que su esfuerzo no está al mismo nivel que el de sus compañeros masculinos. Lo que no saben es que su presencia en el campo de juego es todo un milagro en un país donde las mujeres aún deben gritar muy fuerte para hacer oír sus derechos.

 

El entrenamiento de las jugadoras del equipo femenino de fútbol MKS Olimpia Szczecin está a punto de empezar. Las Olímpicas, tal y como se las llama aquí a las jugadoras vestidas de azul, tienen sueños, historias y orígenes diferentes. Pero hay algo que las une: el balón. El equipo es una especie de microcosmos que se convierte en un prisma a través del cual las jugadoras observan el mundo. Para estas jóvenes, lo único importante es su vida y el equipo. 

Antes de entrar al campo, charlan entre ellas. Los temas principales del momento son los exámenes. El problema de matemáticas ha sido especialmente difícil este año, el examen de lengua polaca no les ha ido tan mal. También opinan sobre peinados, zapatos, uñas y maquillaje. «Por favor, elimina con photoshop mi ortodoncia de la fotografía», pide una de las jugadoras al posar para la foto con una enorme sonrisa.

Una para todas y todas para una

Las instrucciones durante el entrenamiento en el campo son claras. No hay lugar para interpretaciones propias, dudas o preguntas. «Moveos chicas, ¡estáis jugando al fútbol!».

Es precisamente esto lo que buscan las jugadoras: aquí pueden descansar, alejarse de las preocupaciones y de los problemas. En el campo solo cuenta el balón, el aquí y el ahora, y sobre todo la pasión. «Pierna izquierda, ¿por qué le das con la derecha?». Justo a su lado entrenan las benjaminas (niñas de siete y ocho años). Las entrenadoras de los dos equipos se saludan con un simple «¿qué hay?». A las jugadoras se las llama por sus apellidos: «Ratajczyk está lesionada».

Los entrenamientos tienen lugar de lunes a viernes, independientemente de la meteorología, en el estadio de Pogoń Szczecin, un club de fútbol de primera división en el que sólo juegan hombres. Aparte de las Olímpicas, aquí también entrenan los jugadores de Pogoń, hombres y chicos de diferentes grupos de edad. El MKS Olimpia Szczecin existe desde hace 13 años y desde siempre ha sido un club únicamente femenino, explica Piotr Spunda, uno de los cuatro fundadores del club y un exárbitro de fútbol. En la actualidad, el Olimpia es el único club femenino en Szczecin. Las chicas juegan en la Ekstraliga, la primera división polaca. Al inicio de la temporada 2018/2019, el Olimpia ocupaba el 6º puesto de la clasificación. Toda una hazaña para un equipo femenino polaco.

Estadio Florian Krygier, en Szczecin. Las jugadoras del MKS Olimpia calientan antes de su entrenamiento. @Katarzyna Mazur

Las jugadoras pasan mucho tiempo juntas en el campo y fuera de él. Algunas de ellas, especialmente aquellas que no provienen de Szczecin, comparten pisos de alquiler o viven en la misma residencia de estudiantes. «Podemos no caernos bien fuera del campo, pero en el partido siempre formamos un equipo», dice Weronika Szymaszek, que juega de lateral izquierdo; estudiante de primer curso de INEF, natural de Kamień Pomorski (en el Olimpia desde hace tres años y medio). «Somos familia en el campo y fuera de él», añade Roksana Ratajczyk, que juega también en la selección nacional sub-19. «Hay momentos en los que estamos hartas las unas de otras, y venimos enfadadas al entrenamiento. Pero cuando hay una pausa más larga, echamos de menos a estar juntas», explica Beata Niesterowicz que cuando no juega al fútbol, prepara su doctorado en el Instituto de Tecnología Mecánica de la West Pomeranian University of Technology Szczecin.

El equipo está formado principalmente por polacas, pero hay también dos chicas ucranianas y una alemana. Para muchas de ellas, jugar en el club es toda una oportunidad. A veces, echan de menos sus casas. La frontera con Alemania está cerca, pero parece que las chicas no están interesadas en emigrar , y no es precisamente por el vínculo con la ciudad, sino con su club. Si juegan en el extranjero, lo hacen por partidos amistosos. «Normalmente, esto es así: vamos, jugamos y volvemos», dice Patrycja Trzcińska, estudiante de primer año de informática, natural de Koszalin (norte del país). Juega en el Olimpia desde hace 7 años. No hay ocasión ni tiempo para hablar con las chicas del equipo extranjero. Tras hablar con todas ellas, sólo una de las chicas entrevistadas podría imaginar su vida y carrera fuera de Polonia.

Las chicas se ríen cuando les pregunto por qué no han querido ser bailarinas o jugar al vóleibol. «Mucha gente, sobre todo los hombres, no son capaces de entenderlo», dice Beata. «Se nos acerca un tío y pregunta: «¿A qué jugáis, guapas?». Entonces respondemos que al fútbol. Lo que va seguido de una gran sorpresa, porque normalmente cuando alguien ve que somos chicas de un equipo, piensa que jugamos al balonmano o voleibol». «Al fin y al cabo, el fútbol es un deporte muy duro. Puedes sufrir una lesión que te impida jugar durante medio año. A los hombres les sorprende que a las mujeres les interese eso», explica Beata.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, son precisamente sus padres o hermanos los que les han enseñado a jugar al fútbol. Ese es el caso de Patrycja que, al principio, jugaba en un equipo formado únicamente por chicos. La trataban como una de ellos, se llevaban muy bien con ella. «Antes de la pubertad todos éramos iguales, incluso nos parecíamos físicamente (…) Mi hermano creía que no sabía chutar, por eso siempre me ponía de portera. Y al final me quedé siempre así», sonríe Beata.

«Antes de la pubertad todos éramos iguales, incluso nos parecíamos físicamente. Pero con el tiempo las diferencias se hacen visibles».

Cuando les pregunto si creen que la actitud hacia las mujeres en el contexto del fútbol tiene algo que ver con la situación política o si hay en ella algo típicamente polaco, no responden nada o lo niegan. «Algo típico de Polonia es el _bigos_ (plato polaco a base de carne)», comenta Beata con picardía. Sin embargo, reconocen que en Alemania, Francia o los países escandinavos el fútbol femenino está a otro nivel y goza de más interés. Las jugadoras ganan más dinero y nadie se burla de ellas. Las Olímpicas me hablan del equipo femenino alemán Turbine Potsdam. Allí a un partido de liga llegan a acudir hasta mil personas. La entrenadora, Natalia Niewolna explica: «Tendrá que pasar todavía mucho tiempo antes de que podamos alcanzarlas. Los partidos de la selección femenina de Polonia reúnen, como máximo, a 4.500 o 5.000 espectadores. El récord de nuestro club tuvo lugar hace cuatro años, cuando al partido de la primera división contra el equipo de Sztorm Gdańsk acudieron 500 personas. Nosotras mismas pegamos los carteles por toda la ciudad. En el año 2011 en el partido de eliminatorias de Dresde, en el cual Estados Unidos jugó con Corea del Sur vinieron 75 mil espectadores. El estadio estaba a reventar. Nosotras vivimos en un mundo aparte».

En este mundo aparte, las mujeres no pueden buscar su futuro en el fútbol porque, como explican las entrevistadas, no se puede vivir de esto en Polonia. Por eso, muchas chicas dejan el fútbol al llegar a los 20 años, ya que no encuentran buenas perspectivas para practicarlo. «A esta edad hay que pensar en cómo ganarse la vida», comenta amargamente Beata. El sistema no tiene ningún paso intermedio entre jugadoras sub-19 y la, así llamada, clase A de jugadoras profesionales, lo cual no favorece a las chicas. En el mundo masculino existen equipos sub-21, lo que permite a los jugadores un paso más fluido.

Lo reafirman las palabras de Weronika, a la que le gustaría seguir jugando de manera profesional pero, de momento, no puede imaginárselo: «Estamos estancadas. Aquí no hay condiciones para eso y el hecho de que los chicos de cuarta división ganen más y entrenen únicamente tres veces a la semana nos desanima». «Por supuesto que es algo que nos cabrea», dicen todas a la vez.

«En Polonia nadie cree que las chicas puedan jugar bien al fútbol».

Las chicas sostienen que uno de sus mayores problemas reside en que se las compara constantemente con los hombres. Mientras que el fútbol femenino es un deporte totalmente distinto. «Lo único que tenemos en común es quizá el hecho de que juguemos con las piernas. Tanto nuestros partidos, como los entrenamientos son diferentes», explica Patrycja. «Luego se anda diciendo que hemos ganado contra equipos juveniles y no se nos toma en serio. En Polonia nadie cree que las chicas puedan jugar bien al fútbol. Tal vez nuestra condición física sea inferior, pero esto no afecta a nuestra técnica o ambiciones», dice Beata con un gesto de enfado. 

 

Las chicas opinan que es esta forma de pensar la que influye directamente en la Asociación Polaca de Fútbol (Polski Związek Piłki Nożnej – PZPN), la cual hace que no se sientan representadas o apoyadas, un sentimiento que reaparece en casi cada una de mis conversaciones con las jugadoras o representantes del club. Los problemas comenzaron cuando la PZPN no reconoció una reclamación presentada por el Olimpia por alineación indebida. Para muchas de las jugadoras, es una muestra clara de cómo la asociación influye sobre su equipo, y a fin de cuentas, sobre ellas mismas. El Olimpia Szczecin perdió un partido con el equipo de Czarni Sosnowiec (una ciudad industrial del sur del país). Más tarde se supo que una de las jugadoras del equipo ganador no estaba inscrita oficialmente para ese partido, un requisito obligatorio recogido en el Reglamento de Fútbol. En situaciones parecidas que han tenido lugar durante las competiciones masculinas, la PZPN declaraba un walkover, o lo que es lo mismo, la victoria al equipo contrario. Esta vez, sin embargo, actuó de forma diferente y mantuvo el resultado obtenido en el campo.

Roksana, que todavía se recupera de una lesión en el pie, estira durante el entrenamiento. @Katarzyna Mazur

Piotr Spunda comenta que esta forma de actuar pone de manifiesto la actitud de la PZPN hacia el fútbol femenino. Por un lado está el comentario en Twitter de su presidente Zbigniew Boniek, que dijo «no necesito una mujer a mi lado cuando hablo de fútbol», además del vídeo que promueve el fútbol femenino mediante el lema: «El fútbol es tan precioso como las mujeres polacas», publicado en la página de la PZPN. La Asociación trata a las mujeres de una manera injusta y con una dosis muy alta de sexismo, un tema que que el artículo «Las futbolistas según la PZPN» de Marij Duhra del año 2016 recogía a la perfección en el periódico Bez Dogmatu. 

«El fútbol es tan precioso como las mujeres polacas».

«Esperamos siempre mucho tiempo hasta que toman una decisión. No sentimos apoyo por parte de la organización. Intentamos defender los derechos de nuestras jugadoras y luchar por ellas. Esto ya no es una disciplina emergente. Merecemos que se nos trate con más seriedad y reconocimiento», dice Piotr.

En cambio, la ciudad de Szczecin siempre ha mostrado su apoyo al club, y el Gobierno de la ciudad siempre ha estado abierto a atender sus problemas. «Todo funciona mejor a nivel local que nacional. Por eso no nos sorprende que la PZPN no nos tome en serio», añade el exárbitro.

Las jugadoras por sí mismas no están muy interesadas en la lucha por sus derechos. A pesar de que la situación les dé rabia, la lucha por una mejora se la ceden a otros. «Nadie entiende por qué la Asociación actúa así. Seguramente, se trata también de un tema económico. Pero esto es algo de lo que se ocupan nuestros presidentes, entrenadores y directores. Yo me centro en el juego, porque no quiero que este tipo de temas me haga perder el ritmo», explica una de las chicas.

Todo esto guarda relación con su falta de interés por la política nacional. Al ser preguntadas por la actual situación política en Polonia, la mayoría de las chicas responden que no les interesa para nada. Sólo una de las chicas mayores de edad votó en las últimas elecciones. «Hay demasiada tensión en la política como para preocuparse por ella», responden Patrycja, Aleksandra y Weronika. «Todo este cachondeo que está ocurriendo en el Parlamento y Senado no me importa», añade una de ellas. No creen que los derechos de las mujeres en Polonia estén en peligro. Dicen que no lo han notado en su entorno más cercano. «Aunque aquel escándalo con la copa de Polonia…(en referencia a la controversia con el equipo de Czarni Sosnowiec)», añade después de un momento de reflexión Patrycja Michalczyk. «Hay ciertas reglas a seguir. En el fútbol masculino se respetan pero en el femenino ya no».

«Puede que los hombres sean más rápidos, pero las mujeres ponen más corazón», opina Alexandra. «Una mujer es capaz de meter la cabeza donde un hombre no metería ni una pierna», añade la entrenadora Natalia. «Por algo hay que empezar, paso a paso. Vamos a luchar pero lo haremos sobre nuestro propio terreno de juego», dice.

 

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